Howard Hawks: El cineasta Invisible.

Durante muchos años, el nombre de Howard Hawks, ha estado asociado a uno de los mejores cineastas de su tiempo. Sin embargo, mientras estuvo en activo, principalmente durante la década de 1930- 1940, donde realizó sus mejores películas, no tuvo ese reconocimiento.

Howard Hawks en el set.

En toda su trayectoria, nunca obtuvo ningún premio de la academia, estando alejado de sus contemporáneos como John Ford, William Wyler o Cecill B Demille.  La razón principal de este poco reconocimiento, es porque, al contrario que sus compañeros, Howard Hawks no tenía un rasgo estilístico tan marcado. Uno ve una película de John Ford por ejemplo, y fácilmente puede saber que es de él, pues tiene una puesta en escena muy marcada. 

Howard Hawks junto a John Ford.

Algo que se dijo de Howard Hawks, es que tenía una “puesta en escena invisible”. Esto era debido a que el realizador optó por una realización más pasiva, donde los actores pudieran caminar libremente por la escena. 

Lo que convierte a dicho director, en un autor total, es la dirección de actores, y por supuesto, sus brillantes diálogos. Pues, detrás de ese “cineasta invisible”, se esconde una persona que lo tenía todo controlado. Aunque nunca firmará el sus propios guiones, siempre tenía la última palabra sobre estos. Es por ello, que en sus rodajes, siempre reescribía los diálogos.  

Con respecto a la dirección de actores, pocos cineastas han sabido sacar lo mejor de sus estrellas como lo hacía él. En este aspecto, trabajo con personas de la talla de Gary Grant (“Luna nueva, Sólo los Ángeles tienen alas, La fiera de mi niña), John Wayne (Rio Rojo, Hatari) Katharine Hepburn (La fiera de mi niña), Jean Russell  y Marilyn Monroe (Los caballeros las prefieren rubias). También era un descubridor de talentos, como puede ser el caso de Montgomery Clift en la película “Rio Rojo”, la cual era su primera actuación en el cine.

Howard Hawks con Katharine Hepburn

Cuando se enfrentaba a la realización de una escena, normalmente acudía a los planos generales, donde los personajes pudieran caminar libremente por la escena. Los primeros planos se los reservaba para los momentos realmente cruciales. No era de repetir muchas veces la misma escena, pues su objetivo era la búsqueda de la mayor espontaneidad en la actuación. Es en dichos momentos, donde se desata la magia del director, pues pocas veces se han filmado de manera tan natural unas situaciones tan alocadas.

Para evitar cualquier distracción con respecto a la actuación, siempre filmaba a la altura de los ojos de sus interpretes. El movimiento del plano, se producía más de forma interna que externa, pues no hacia grandes movimientos de cámara. Lo que más nos vamos a encontrar son travelling de seguimiento, de forma que permite seguir la acción que dictan los actores. Esta poca participación en la escena por su parte, entra dentro de lo que el consideraba como un buen director, siendo «aquel que no molesta». Es por ello que se trata de un cineasta «amable» para los ojos del gran público, pues al contrario que otros, su estética no saca fuera del film.

Ese grado de depuración los encontramos en sus películas Luna Nueva (Howard Hawks, 1940), y La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938). En ambas cintas, la velocidad de los diálogos es trepidante. Se siente como si constantemente los personajes se estuvieran lanzando cuchillas, en forma de conversaciones de lo más locas. En ellas no hay espacio para la respiración, pues en cuanto el espectador baja la guardia, la película continúa soltando información a raudales. Esta obsesión llegó a su culmen en Luna Nueva,  donde Howard Hawks obligó a resumir los diálogos a los intérpretes, llegando a superponerse. Esto convirtió al film en la screwball comedy donde más frases sueltan por minutos. 

Trailer de Luna Nueva.

Finalmente, en 1950, gracias a críticos de la revista Cahiers Du Cinéma, como Jean Luc Godard o Franccious Truffaut, se puso de relieve la autoría de Howard Hawks. Porque, a diferencia de algunos contemporáneos suyos, sus cintas se siguen manteniendo igual de ágiles que en su momento. Y eso, no lo olvidemos, se debe principalmente a su manejo de los diálogos frenéticos, y la forma tan depurada en la que sus protagonistas se mueven por la escena. Este estilo tan propio, lo ha catapultado como un cineasta total, cuyo legado ha perdurado en el tiempo. 

Gustavo F. A.

Futuro cineasta. Amante del séptimo arte