Trainspotting ( Danny Boyle, 1996) comenzaba con uno de los mejores monólogos de la historia del cine. En él, nuestro protagonista Mark Renton empieza a soltar diferentes frases, con las que muchos hemos llegado a identificarnos, mientras huye de la policía con sus amigos. Esto nos sirve desde un principio para presentarnos a unos personajes completamente marginados por la sociedad británica de la época, la cual aún sufría las consecuencias del duro reinado de Margaret Thatcher.
Esta época fue marcada por las prácticas denominadas “Thatcherismo”, destacando la privatización de las empresas públicas, la flexibilidad laboral, donde el empresario podía contratar y despedir a su personal con bastante facilidad y la reducción del poder sindical. Esto llevó consigo a la marginación del movimiento obrero, llegando a afirmar que “ la pobreza era un defecto de la personalidad”. Entre sus movimientos más agresivos contra la clase baja fue reducir los programas sociales de ayuda al considerarlos unos gandules y no unos trabajadores. No es de extrañar que la cinta se ambiente durante este periodo tan convulso de la historia de Inglaterra, ya que el autor de la novela, Irvine Welsh escribió en 2012 Skagboys, la cual nos acercaba a finales de los años 80, sirviendo de precuela para Trainspotting.
Volviendo al caso de la cinta de Danny Boyle, esto encaja perfectamente con los personajes. Tanto nuestro protagonista Mark Renton, como sus amigos Sick Boy, Spud, Begbie y Tommy son personas completamente marginadas, sin ningún futuro esperanzador. Su única vía de escape está relacionada con el consumo de heroína, condicionando aún más su estatus marginal en la sociedad.
Tras su trepidante introducción, nuestro protagonista quiere intentar dejar las drogas definitivamente. Esto remarca una actitud contradictoria en muchas ocasiones, ya que siempre está en la línea delgada de dejar ese mundo o seguir consumiendo. Durante la primera parte de la cinta se nos muestra todo este lado oscuro de la sociedad marginada, haciendo énfasis en lo importante que era para ellos la heroína. Nuestro protagonista Mark Renton no tardará en volver a recaer tras darse cuenta de las circunstancias sociales en las que vivía Edimburgo, mostrando un claro rencor hacia los ingleses.
Entrando de lleno en el subtexto de la película y tras haberla visto varias veces, con Trainspotting siento que más que una historia sobre drogas, es más bien el viaje de maduración de Mark Renton. Para él, Edimburgo significaba toda la decadencia de la sociedad. No fue hasta que se fue a vivir a Londres cuando le empezaron a ir las cosas mejor.
Pero por mucho que huyas de tu oscuro pasado, este siempre te perseguirá, estando representado en el encuentro que tiene el protagonista con sus antiguos amigos. Estos deciden hacer el último negocio, donde Mark los acaba traicionando. Este es otro de los grandes componentes de la cinta: “La amistad”. Honestamente y tras haberla visto varias veces, esta película nos presenta una amistad completamente interesada y falsa. Realmente Mark no era amigo de Sick Boy y Begbie. El único por el que siente pena es por Spud, porque es el único de su grupo de amigos que no buscaba hacer daño a los demás. Esta traición era algo totalmente necesario para la madurez de nuestro protagonista, el cual empezará una nueva vida alejado de las drogas y las falsas amistades durante un tiempo.
Desde su lanzamiento en 1996, muchos han atacado a la película por su grotesco contenido y por cómo promovió las drogas entre la juventud. Si solo vemos sus imágenes y no paramos a analizar lo que esconde nos puede dar esa falsa impresión. Para entender realmente lo que significa Trainspotting hay que situarse en el contexto donde se desarrolla. Se trata de un retrato bastante cercano a una sociedad que aún sufría las duras consecuencias del mandato de Margaret Thatcher y encontraba su refugio en las drogas. La película en todo momento se encarga de mostrarte cómo es vivir en ese continuo bucle de miseria, para más tarde recompensar al protagonista con un futuro esperanzador.
En una película tan social como está, la figura del protagonista es importante. En el caso de Mark Renton se trata de un personaje completamente carismático para la juventud. No se trata de una persona ejemplar, sino de un personaje que tiene muchos matices oscuros. Realmente llegamos a empatizar con él gracias a sus pensamientos, donde parece que está rompiendo la cuarta pared y dialogando con el público. Para muchas personas en su estreno este personaje tan contradictorio en ocasiones era un espejo de la realidad.
Un factor de gran ayuda para empatizar tanto con el personaje fue su trepidante guión de John Hodge, el cual no dejará de sorprendernos durante su 1h30 de duración y la dirección tan frenética de Danny Boyle, el cual venia de la televisión al igual de cineastas como David Fincher. Su manejo del lenguaje audiovisual nos regaló un montaje trepidante y unos planos aberrantes en muchos casos, acompañándose siempre de la música rock de la época, haciendo especial mención a Lust for Life de Iggy Pop.
En conclusión, con Trainspotting nos encontramos ante una película puramente generacional, que marcó un antes y un después, con la que muchos nos hemos llegado a sentir identificados en algún momento. No se ustedes, pero como diría nuestro querido y a la vez odiado Mark Renton, “Elige la vida”.